Desnutrición en tratamientos de pérdida de peso: el lado B de los agonistas GLP-1

Analizamos el impacto desnutricional de los agonistas GLP-1 y GIP (semaglutida y tirzepatida), cómo alteran la absorción de hierro, vitaminas y calcio, y qué plan nutricional, ejercicio y suplementación necesitas para perder peso de forma segura y nutrida.

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Dianelis Fernández Mena

10/3/20254 min read

Jeringas antagonistas glp1 más frutas y una cinta métrica, alerta de desnutrición en tratamientos
Jeringas antagonistas glp1 más frutas y una cinta métrica, alerta de desnutrición en tratamientos

Los medicamentos agonistas de GLP-1 y GIP, como semaglutida (Ozempic, Wegovy) y tirzepatida (Mounjaro), actúan principalmente sobre el sistema nervioso central para reducir el apetito, además de ralentizar el vaciamiento gástrico y aumentar la sensación de saciedad. Esta acción farmacológica lleva a una menor ingesta calórica, especialmente de alimentos ricos en azúcares y grasas. Si bien son efectivos para favorecer la pérdida de peso, su uso puede implicar riesgos nutricionales importantes, ya que la reducción del apetito puede resultar en una ingesta insuficiente de nutrientes esenciales.

Principales riesgos asociados: la desnutrición

La desnutrición asociada al uso de agonistas de GLP-1 y GIP es una preocupación emergente en el ámbito clínico, especialmente por su impacto en la absorción y disponibilidad de micronutrientes esenciales. Estos fármacos, al ralentizar el vaciamiento gástrico y modificar el apetito, pueden reducir significativamente la ingesta calórica total. Pero más allá de la cantidad, el problema radica en la calidad de los nutrientes consumidos, ya que muchas personas priorizan la proteína para preservar masa muscular, descuidando otros componentes vitales de una dieta equilibrada.

Uno de los nutrientes más afectados es el hierro, cuya absorción depende de un tránsito intestinal eficiente y de un entorno gástrico ácido. El retraso en el vaciamiento gástrico puede alterar estas condiciones, dificultando la absorción del hierro y aumentando el riesgo de anemia ferropénica. Además, los cambios en el microbioma intestinal inducidos por los GLP-1 pueden interferir con las proteínas transportadoras del hierro, agravando aún más la deficiencia. La vitamina B12, esencial para la función neurológica y la producción de glóbulos rojos, también puede verse comprometida, ya que su absorción requiere un proceso complejo que involucra el factor intrínseco gástrico, el cual puede verse alterado por la acción de estos medicamentos.

La vitamina D y el calcio, fundamentales para la salud ósea, también enfrentan riesgos. La reducción en la ingesta de alimentos ricos en estos nutrientes, junto con una posible disminución en su absorción intestinal, puede derivar en osteopenia o incluso osteoporosis a largo plazo. El magnesio, involucrado en más de 300 procesos enzimáticos, puede disminuir por la misma razón, provocando síntomas como fatiga, calambres musculares y alteraciones del ritmo cardíaco. Además, el vaciamiento gástrico lento puede generar una sensación de saciedad precoz que limita la variedad alimentaria, reduciendo la exposición a fuentes naturales de estos micronutrientes.

Por último, el impacto sobre el microbioma intestinal es especialmente relevante. Los agonistas GLP-1 pueden modificar la composición bacteriana del intestino, lo que afecta la síntesis endógena de vitaminas como la vitamina K y algunas del grupo B (como B6, B7 y B9). Estas vitaminas, producidas parcialmente por bacterias intestinales, son esenciales para la coagulación, el metabolismo energético y la salud neurológica. La disbiosis inducida por estos fármacos puede reducir su producción, generando deficiencias silenciosas que no siempre se detectan en los controles rutinarios.

Estrategias avanzadas para prevenir la desnutrición

Para contrarrestar estos riesgos, es fundamental acompañar el tratamiento con ejercicio de fuerza y una alimentación equilibrada. Se recomienda estructurar cada comida siguiendo el método del plato 50-25-25: 50% de verduras y hortalizas, 25% de proteínas magras y 25% de carbohidratos complejos. Sin embargo, las grasas saludables no están excluidas, sino que se integran dentro de los ingredientes de cada grupo, o se añaden como complementos. Esta distribución permite cubrir las necesidades de fibra, antioxidantes, proteínas para la preservación muscular y energía sostenida, evitando picos de glucosa que pueden desestabilizar el metabolismo. Además, es clave evitar alimentos ultraprocesados, fritos y azucarados, ya que pueden causar malestar digestivo y disminuir los beneficios del tratamiento.

La ingesta diaria de proteínas debe ser de al menos 60–75 gramos, incrementándose si hay actividad física. Las principales fuentes recomendadas son huevos, legumbres, pescado, carnes magras y lácteos bajos en grasa. Junto a esto, se aconseja consumir entre 21–25 gramos de fibra diarios para mujeres y 30–38 gramos para hombres, lo que ayuda a mantener la función intestinal y el equilibrio del microbioma. La hidratación también es esencial, con un consumo de 2–3 litros de agua al día para prevenir efectos secundarios como náuseas o estreñimiento.

En caso de que la dieta no cubra todos los requerimientos nutricionales, puede considerarse la suplementación con multivitamínicos, especialmente para micronutrientes. La supervisión médica y el apoyo de un nutricionista son fundamentales para adaptar el plan alimentario a las necesidades individuales y monitorear posibles deficiencias.

Durante el tratamiento con medicamentos agonistas GLP-1 como semaglutida o tirzepatida, el manejo de las grasas en la dieta debe ser cuidadoso, pero no necesariamente implica una reducción drástica. Estos fármacos modifican el apetito y la digestión, lo que puede hacer que el cuerpo reaccione de forma diferente a ciertos tipos de grasas. Por ejemplo, las grasas saturadas y trans, presentes en alimentos ultraprocesados, frituras y embutidos, pueden intensificar efectos secundarios como náuseas, malestar gástrico o digestión lenta. Por ello, se recomienda evitar o limitar este tipo de grasas durante el tratamiento.

En cambio, las grasas saludables, como las que se encuentran en el aguacate, aceite de oliva, frutos secos, semillas y pescados grasos son beneficiosas y deben mantenerse en la dieta. Estas grasas aportan energía sostenida, ayudan a la absorción de vitaminas liposolubles (A, D, E y K), y tienen efectos antiinflamatorios que pueden complementar el tratamiento. Las guías nutricionales sugieren que entre el 20% y el 35% de las calorías diarias pueden provenir de grasas saludables, siempre que se mantenga un equilibrio con proteínas y carbohidratos complejos.

Además, el consumo de grasas debe adaptarse a la nueva capacidad gástrica del paciente. Como los GLP-1 ralentizan el vaciamiento del estómago, las comidas muy grasas pueden permanecer más tiempo en el sistema digestivo, provocando sensación de pesadez o incluso vómitos si se combinan con otros alimentos pesados. Por eso, se recomienda distribuir las grasas en pequeñas porciones a lo largo del día, preferiblemente acompañadas de vegetales y proteínas magras, para facilitar la digestión y evitar malestar.

El éxito del tratamiento con agonistas GLP-1 y GIP no depende únicamente del fármaco, sino de la capacidad del paciente para adoptar hábitos alimentarios sostenibles. Es recomendable comer conscientemente, controlar las porciones, evitar saltarse comidas y planificar los menús semanales. El enfoque debe ser integral, combinando tratamiento farmacológico, nutrición adecuada y actividad física para preservar la masa muscular y ósea, prevenir deficiencias y lograr una pérdida de peso saludable y sostenida a largo plazo.